martes, 20 de enero de 2009

Política, laicidad y rel

. martes, 20 de enero de 2009

Domingo 18 de Enero de 2009

Rafael Mendoza Castillo


La separación del Estado y de la Iglesia, o de las iglesias, es un principio histórico que se funda en la libertad de conciencia, para que cualquier mexicano pueda elegir una creencia religiosa o no poseer ninguna. Ese principio también permite que el Estado garantice ese derecho de elegir, de creer o no creer en algo extramundano y, además, que como institución pública no se incline por alguna creencia de tipo religioso. La actitud del Estado laico, como espacio de todos, debe ser de imparcialidad, dado que en el país existen cinco mil 500 asociaciones religiosas registradas. Sin embargo, el Estado debe intervenir para que todos, ciudadanos e instituciones de tipo religioso, cumplan con ese principio histórico, plasmado en la Constitución Mexicana.


El anterior principio no lo inventamos los mexicanos, sino los estadounidenses, en el siglo XVIII, quienes se negaron a pagar, como contribuyentes, los gastos de las iglesias establecidas. De allí en adelante las agrupaciones religiosas tendrían que valerse con las aportaciones de sus propios miembros. En México los liberales del siglo XIX, encabezados por Benito Juárez, instituyeron tal principio.


La Iglesia Católica siempre se ha considerado la dueña absoluta de la creencia religiosa, ya que, según ella, llegó a estas tierras con la espada del conquistador. De ahí que esgrima ese derecho que le otorgó en aquel entonces el dominio español. Durante 300 años estuvo aliada al poder de dominación, cuyas representaciones religiosas sirvieron al orden constituido (colonización del imaginario), y en el nombre de la salvación de las almas, vía la evangelización, ambos poderes adquirieron éxito, poder y riqueza. A veces uno quiere más que el otro y es cuando se presentan los conflictos. Tanto el Estado, así como la Iglesia, siempre están pensando en el bien y el amor para todos. Al final de cuentas ese fin resulta un engaño, ya que esos todos siempre resultan olvidados y marginados de la riqueza, la ciencia, la cultura, de la educación y del amor.


La historia mexicana ha mostrado que con la creación del Estado mexicano a mediados del siglo XIX se fue creando un orden social en el que se rescataba el espacio público y se colocaba a la creencia religiosa y su institución en el espacio de lo privado, porque anteriormente la Iglesia Católica dominaba el panorama espiritual, económico, político y social. Era dueña hasta de los cementerios. Cada institución tenía sus propios expertos o intelectuales que producían ideas, para la defensa de una u otra causa, y hasta la fecha.


Así como el modelo neoliberal o capitalismo salvaje desregula y flexibiliza las normas y leyes del Estado nacional, para que predomine el libre mercado a favor de los que más tienen, así también hay que desregular y flexibilizar el principio de separación del Estado y la Iglesia, de hecho, con la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público de 1992, de Carlos Salinas de Gortari, se da inicio a lo que estamos afirmando. Desde Vicente Fox se ha venido violentando tal principio histórico.


Hay que entender que hoy día el Estado ha sido secuestrado por una clase política que se ha olvidado del interés público o general, y por poderes fácticos (en donde está incluida la cúpula de la Iglesia Católica), que sólo buscan la acumulación de riqueza en la oligarquía.


La sociedad mexicana, a través de la movilización social y política de los de abajo, de las clases subalternas, como sujetos sociales, han dado la lucha para seguir conquistando los espacios de secularización, los cuales han permitido la ampliación de los derechos civiles, humanos y políticos de los mexicanos. Lo anterior, a pesar del Estado y de la Iglesia.


El VI Encuentro Mundial de las Familias, organizado por la Iglesia Católica y sus tribus, porque también ahí existen (Legionarios de Cristo, Maristas, Opus Dei, etcétera), que pudo haber sido un acto o encuentro en lo privado, se convirtió, con la presencia del inquilino de Los Pinos, en un acto público.


Este Encuentro Mundial nos obliga a reflexionar, ya que no sólo las políticas neoliberales afectan a la gente, la economía, la política y la ciencia, sino también se interesan aquellas porque las creencias religiosas entren en el juego del libre mercado. Por eso la cúpula de la Iglesia Católica también quiere entrar al negocio de la televisión, al campo de la educación pública (vender sus representaciones o ilusiones), esto es, no han muerto sus sueños de poder y de privilegios, ganados a la sombra del Estado (modus vivendi).


No cabe duda que Felipe Calderón al asistir a dicho evento, aunque su imagen como presidente sea el fruto de un fraude electoral, está usando esa imagen para favorecer el interés de una determinada creencia religiosa, y a su concreción institucional: la Iglesia Católica.


La intervención de la imagen presidencial transforma esa concentración, que pudo haber sido privada, en un espacio público. Este escenario revela que la derecha panista aprovecha esa circunstancia para varios objetivos. Uno, mantener el monopolio de las creencias religiosas católicas; dos, aprovecharlo para hacer propaganda política con miras a las elecciones del 5 de julio de 2009; tres, iniciar un proceso que permita dar marcha atrás a la conquista del Estado laico.


Para mostrar lo anterior tenemos varios eventos que apuntan a confirmar lo que aquí decimos. Desde los espacios de la Iglesia Católica ha surgido la iniciativa de fundar un partido político que claramente se identifique con las creencias religiosas católicas. Por otra parte, diversos grupos laicos que profesan el catolicismo, así como la cúpula de la Iglesia, de funcionarios panistas en el poder, se han manifestado por introducir la enseñanza de la religión en las escuelas públicas. Felipe Calderón está cumpliendo el pago de facturas que resultaron de las elecciones del 2 de julio del 2006, y también por sus convicciones católicas. Al tiempo.


Dar marcha atrás al Estado laico y al principio histórico de la separación de la Iglesia y el Estado es abrir la puerta a la intolerancia, a la homogeneización religiosa, dar la bienvenida al fundamentalismo, al dogma, matar la diversidad cultural, al pensamiento crítico, en síntesis, paralizar los procesos de secularización, volver al oscurantismo y al conservadurismo, ideas que acaban destruyendo la libertad de la condición humana.


El panismo de derecha y ultraderecha en el poder significa cancelar derechos y conquistas, los cuales han permitido a los mexicanos decidir, cada uno y en mayoría, si queremos o no practicar ideas religiosas, si deseamos abortar o no, si queremos cambiar o no, el actual poder de dominación y su modelo económico, si preferimos una identidad sexual u otra, si aspiramos a reproducir o no a la especie, si elegimos el placer, besarnos en público o en privado, si queremos ser dueños o no de nuestro cuerpo, si deseamos una familia tradicional, moderna, postmoderna (sociedades de convivencia) o su desaparición. Ni el Estado, ni la Iglesia Católica, o cualquier otra institución, podrán decidir el destino de los mexicanos, sino que nosotros, la mayoría, en el espacio de la democracia participativa construiremos un proyecto alternativo de nación. Otro mundo es posible.


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