martes, 27 de enero de 2009

Cuatro palabras para el cardenal Lozano

. martes, 27 de enero de 2009

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    Fernanda de la Torre
    Neteando con Fernanda


Mi regreso a México fue algo accidentado debido al mal tiempo en España. Acabamos volando a Roma para tomar el vuelo 36 de Aeroméxico con destino a México. En el vuelo repleto viajaban varios sacerdotes, entre ellos el cardenal Javier Lozano Barragán (claro que él iba en primera clase). Durante la escala en Monterrey, un sacerdote colombiano recién ordenado me dijo que se dirigían al VI Encuentro Mundial de las Familias. "Venía leyendo de eso en el periódico", le dije. "Espero que esta vez tomen en cuenta a los divorciados". Me respondió con una sonrisa, que mi optimismo interpretó como esperanzadora. Craso error. El miércoles 14 de enero la primera página de MILENIO Diario me dejó perpleja. "Mujeres y gays a su casa, dice la Iglesia". "Ni un paso atrás en el concepto de familia", opinan los cardenales Antonelli y Lozano (http://www.milenio.com/node/147374).


El cardenal Lozano declaraba que la Iglesia, la Madre por definición, según esto, ve con preocupación que las madres (con minúscula) le dedican menos tiempo a la educación de sus hijos. "Yo diría cuatro palabras a ellas: menos pan, más caso".




¿Mujeres y gays a su casa? ¿Ni un paso atrás en el concepto de familia? ¿Menos pan y más caso? Apenas podía creerlo. Hablan como si todos viviésemos en Disneylandia, llevando unas vidas cómodas, perfectas, sin problemas. Parecería que no ven la realidad, que desconocen que dentro de esos modelos tradicionales de familia también pueden estar todas las semillas para esos problemas terribles que enfrenta el mundo moderno. Vivir en una familia tradicional, la de "madre, padre, hijo, hermana y hermano" que define Bertone, no garantiza para nada que habrá amor, entendimiento o promoción del individuo.


"La Iglesia no crea guetos", declaró el cardenal Antonelli en el Corriere della Sera el 10 de enero. ¿Ah, no? ¿Qué dicen entonces las declaraciones hechas por los cardenales durante el VI Encuentro Mundial de las Familias a las madres solteras, a los divorciados, a los homosexuales, a las mujeres que trabajan?


¿Cómo le hace una mujer soltera que está embarazada para empatar con el modelo tradicional de familia? ¿Aborta y espera a que llegue el momento adecuado? Por una parte la Iglesia condena el aborto, pero no apoya a las madres solteras, quienes valientemente optan por la vida.


¿Qué hace una mujer que padece humillaciones o es víctima de la violencia intrafamiliar? ¿Qué aprenderá un niño que ve en su familia tradicional maltratos, golpes, abusos? Parecería que los cardenales no entienden que nadie se divorcia por exceso de felicidad. Un divorcio es doloroso para todos los involucrados; es una solución extrema a un problema extremo. El dolor dentro de un matrimonio es real y puede llegar a grados desesperados como la del personaje María Inmaculada en el monólogo "La señora de casa", de Dario Fo, magistralmente interpretado por Héctor Suárez (por cierto, si no la han visto, no se la pierdan: invita a la reflexión profunda de la situación de las mujeres). ¿No sería mejor pedir apoyo para quienes el divorcio es la única salida?


¿Cómo le hace un homosexual para empatar en el modelo tradicional de familia? ¿Por qué la condena a "quedarse en su casa"? ¿Por qué negarle sus derechos a estas personas? ¿Estaría mejor que se casaran para "taparle el ojo al macho" o, como decía la Iglesia de antes, para "salvar las apariencias"?


¿"Menos pan y más caso"? ¿Con las cosas como están? ¿Cuando las colegiaturas en las pías escuelas privadas católicas rebasan pero por muchísimo el salario mínimo mensual? ¿Cuando tantas y tantas familias no pueden sobrevivir sin el ingreso de ambos padres? Además, el que una madre trabaje no es sinónimo de hijos abandonados ni descuidados.


A nadie le queda duda de que el modelo tradicional de familia está muy bien, cuando funciona. Desafortunadamente las estadísticas, con su frialdad numérica, nos dicen otra cosa. Nueve de cada cien mujeres de 15 años y más que conviven con su pareja son objeto de agresiones físicas por parte de su compañero o esposo, y ocho de cada cien padecen violencia de tipo sexual. De cada 100 hogares, 79 son dirigidos por un hombre y 21 por una mujer. No obstante, la cantidad de hogares con jefatura femenina casi se triplicó en el periodo 1970-2000, al pasar de 1.7 millones a 4.6, según el INEGI.


Existen muchas familias "no tradicionales" que contribuyen perfectamente bien al desarrollo armónico de la sociedad. Estoy segura de que un ser tan compasivo como Jesús entendería los problemas de cada familia, independientemente de su "modelo", y las apoyaría, como en su tiempo entendió el dolor de la mujer adúltera e impidió que la apedrearan, obligando a quienes la condenaban a ver sus propias fallas: "El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra" (Juan 8:7).


Jesús impediría que la violencia, el desamor y el maltrato lapiden a mujeres en matrimonios dolorosos. No condenaría a los homosexuales a esconderse en su casa y defendería la dignidad y el derecho de las mujeres a trabajar y realizarse como profesionales, porque comprende que la responsabilidad de la educación de los hijos es de ambos padres, independientemente de su estado civil. Un Dios que estableció el amor como su único mandamiento no puede actuar de otra manera. Yo también tengo cuatro palabras para usted y sus colegas, señor cardenal: "Jesús no diría eso".


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