13-Enero-2009
Juan Carlos Rodríguez
El VI Encuentro Mundial de las Familias, el acontecimiento católico más importante del año, tendrá como sede una urbe donde hace apenas tres meses entró en vigor el “divorcio exprés” y en un país en el que, pese a ser mayoritariamente católico, la tasa de separaciones crece al mismo ritmo con el que disminuye el número de matrimonios.
El viernes pasado, con motivo del foro que se llevará a cabo del 14 al 18 de enero en la Ciudad de México, el Vaticano emitió un diagnóstico donde identifica al divorcio como una de las principales amenazas a la salud del núcleo familiar, lo que ratifica las palabras del papa Benedicto XVI, quien ha calificado a la disolución de las uniones como “una plaga que carcome la vida de las personas, de las familias y de la sociedad”.
No obstante, grupos civiles recordaron que el propio Código de Derecho Canónico autoriza la separación de cónyuges cuando la relación es destructiva y llamaron al clero a reconocer las nuevas dinámicas familiares. Asimismo, argumentaron que el sano desarrollo sicológico de los menores (en caso de que haya hijos) es viable si los integrantes de la pareja se ponen de acuerdo en una custodiacompartida.
Datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) revelan que, durante 2006, en México se registraron 586 mil 978 matrimonios, cifra inferior a la reportada el año anterior, cuando hubo 595 mil 713 nupcias. En contraste, se consumaron 72 mil 396 y 70 mil 184 divorcios, respectivamente. En un año, las bodas disminuyeron 1.5 por ciento, mientras que las separaciones crecieron 3.2 por ciento.
En 2006, por cada 100 enlaces realizados en el país hubo 12.3 divorcios; en 2000 la relación fue de 7.4 y en 1971 era de 3.2. De mantenerse esta tendencia, es muy probable que antes de que termine el siglo las tases de nupcialidad y separación lleguen a equipararse.
Entre los católicos, según el Código de Derecho Canónico, “el matrimonio celebrado y consumado no puede ser disuelto por ningún poder humano ni por ninguna causa fuera de la muerte”. En tal sentido, la Iglesia considera que el divorcio es contrario a la ley natural, ya que rompe el pacto, aceptado libremente por los esposos, de vivir “juntos hasta la muerte”, además de que genera daños emocionales a los hijos.
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