En un acontecimiento sin precedentes, del 10 al 14 de noviembre 120 obispos católicos y 120 laicos de todo el país se reunieron en asamblea para dialogar sobre los retos del país.
Como ocurrió con Juan XXIII en 1959, cuando convocó al Concilio Vaticano II, parece que los obispos decidieron abrir las puertas y ventanas para que entrara aire fresco a las viejas estructuras de la Iglesia.
Nunca antes había ocurrido algo semejante en México: los obispos dialogando con laicos de todo el país, escuchándose mutuamente, hablando, confrontándose, conviviendo y orando juntos.
Las mesas de trabajo se convirtieron en auténticos laboratorios de diálogo, de búsqueda de consensos en un clima de respeto mutuo y de tolerancia; desacuerdos y discusiones estériles no faltaron, pero la tónica de una apertura a la crítica y autocrítica superó límites que, como en todo grupo humano, son parte de la convivencia cotidiana.
Sin duda algo nuevo está naciendo. Los obispos salen al encuentro de los laicos y ellos responden generosamente a la convocatoria. Políticos, empresarios, académicos, comunicadores, líderes sociales, indígenas, amas de casa y jóvenes, hombres y mujeres, participaron y expresaron con toda libertad cómo ven al país y a la Iglesia; dónde ven oportunidades y retos para llevar el Evangelio, que es justicia, paz, fraternidad y alegría.
Se habló de los dramáticos momentos que vive México, de la exclusión social, la cantidad de muertos por el crimen organizado, el desempleo, la pobreza, la crisis de la educación y de la familia, el regreso de migrantes por la falta de empleo en Estados Unidos y un largo elenco de sombras que por momentos hacen pensar en que todo está mal. Precisamente por ello urge llevar una palabra de esperanza y decirle al mundo que Cristo está vivo y es el Salvador.
La Iglesia es un gigante dormido que, si se despierta, puede hacer mucho bien, entendiendo que la Iglesia no se agota en la jerarquía, sino que está formada por todos los bautizados y que siempre que la Iglesia evangeliza, civiliza, es decir, rescata y promueve la dignidad de toda persona humana.
Eso no fue todo, ¡también acudieron el presidente Felipe Calderón y su esposa!, otro hecho inédito.
Franco, sincero, coloquial, de buen humor y hasta bromeando, el Presidente expresó claramente los retos que enfrenta el país como el narcotráfico, el crimen organizado, los secuestros, los asesinatos, el creciente número de consumidores de drogas, el desempleo… y luego habló más detenidamente de la Alianza por la Calidad de la Educación, la libertad religiosa y la necesidad de que todos los mexicanos participemos en la política. Dijo, incluso, que dos formas privilegiadas de servir al prójimo son el sacerdocio y la política, cada una a su manera, y que estas tareas hay que hacerlas bien y de buen modo.
Como en otras ocasiones, también visitó a la asamblea el gobernador del Estado de México: cortés, institucional y atento con todos los participantes. Como buen político, sabe que la forma es fondo.
Estos hechos demostraron que obispos, laicos y gobierno pueden dialogar y llegar a acuerdos para avanzar en temas como desarrollo integral, educación, economía solidaria, formación ciudadana, etcétera, cada cual actuando en el ámbito que le corresponde.
Sería conveniente que este diálogo iniciado se convirtiera ahora en una constante, ya que Laicidad del Estado no tiene que entenderse como anticlericalismo ni como antirreligiosidad.
La libertad religiosa es un derecho humano y su garantía plena contribuye a la conformación de un verdadero Estado de derecho. De ahí que convenga avanzar sin miedo en el reconocimiento pleno, no sólo de la libertad de culto, sino de una efectiva libertad religiosa, donde la independencia y el diálogo de la autoridad estatal y la eclesiástica sean la base de un moderno acuerdo, en donde el gran ganador sea el ciudadano, independientemente de la religión que profese.
Para la Iglesia católica la libertad religiosa posee un significado amplio: abarca la libertad de conciencia, la de culto individual y asociado, en privado o en público, la certeza jurídica y… política.
Vivimos otros tiempos, no cabe duda. En medio de tantas crisis, desencanto y miedo, estos acontecimientos ofrecen una esperanza: es posible volver a reconstruir el tejido social y forjar un México más justo, solidario y en paz en donde todos tengamos trabajo, tranquilidad y una vida plena.
Esta reunión es una prueba de que sí se puede. En los mexicanos existe madera para volver a empezar y reconciliarnos con la historia. Llegó el momento de darle vuelta a la página y comenzar de nuevo.
ESTO QUE HAS VISTO, DIFUNDELO....................
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