miércoles, 17 de diciembre de 2008

Lo público de lo privado

. miércoles, 17 de diciembre de 2008

Diciembre, 2008

La "publicación" de una sentencia de la Rota Romana, a propósito de la declaración de nulidad del matrimonio de Vicente Fox con Lilián de la Concha, causó escándalo por muchas razones. A algunos nos preocupó que la sentencia declarara a un ex presidente mexicano como una persona con serios trastornos psicológicos, o que una vez más los tribunales eclesiásticos se prestaran al juego de eliminar dicho sacramento por razones políticas. A otros les preocupó que se dirimiera públicamente un asunto que esencialmente es privado y que, por lo tanto, se estuviera atentando al derecho a la privacidad. ¿Es realmente esto un asunto privado? ¿O por qué es un asunto público?
Comencemos por afirmar lo difícil que es de por sí, en nuestro mundo posmoderno, distinguir entre lo público y lo privado. Y por tratar de definir qué es cada una de estas cosas. Me remito nuevamente al libro de mi maestro Émile Poulat, Notre laïcité publique, que terminé de traducir y que el Fondo de Cultura Económica publicará el próximo año: "Filósofo y jurista, Jean Lacroix había subrayado con fuerza en 1960 'la extrema dificultad y ambigüedad del problema'. Como muchos, él resalta la modernidad de esta disociación: 'La separación de lo público y de lo privado es la característica esencial del liberalismo… El mundo liberal es precisamente el de la existencia disociada'. Por ello, fue necesario que se afirmaran de manera progresiva el individuo y el Estado, desprendiéndose del universo comunitario que prevalecía. Publicus es lo que depende del Estado y por lo tanto la política, es decir lo que concierne al pueblo en tanto que tal, en su conjunto; privatus es el resto, permitido entre sí y por lo tanto lo económico tanto como lo doméstico".
En otras palabras, aunque esta distinción proviene por lo menos desde el mundo romano (donde había cultos públicos y cultos familiares o privados), es en la época del liberalismo que ésta se acentúa. Se trataba de proteger a la conciencia de las personas, en su fuero íntimo. Por ello, el Estado moderno estableció que en ese ámbito nadie tenía derecho a entrar y que por el contrario se abría el espacio público para que allí se dirimieran todas las diferencias. Se decidió, por lo tanto, que como la libertad religiosa era una cuestión que atañía a la libertad de conciencia, entonces la religión no debía estar en el espacio público.
Dicho principio liberal, válido hasta nuestros días y esencial para nuestra convivencia pacífica en la pluralidad religiosa y política, tuvo que ser matizado con el tiempo. En primer lugar, se entendió que, si bien es cierto que la religión es un asunto esencialmente privado, también tiene una dimensión social. Lo cual tampoco debe llevarnos a confundir lo social con lo público. Lo social es la expresión comunitaria del individuo. Lo público es lo que significa el interés de todos. La escuela por ejemplo, siempre es social, incluso la privada, pero es pública cuando responde al interés de todos. Los hospitales privados también son sociales, pero algunos hospitales son públicos porque son pagados por todos para proteger a todos. La salud que promueve e intenta garantizar el Estado puede ser social, pero sobre todo es pública.
En el caso de Fox, el dictamen de la anulación de su matrimonio es privado, pero sólo hasta cierto punto. Si bien es un asunto personal, él mismo lo convirtió en público, como muchas otras cosas de su vida en las que mezcló ambas esferas. Para los católicos integristas, como él, no hay distinción entre sus creencias personales y su actuación pública. Luego, los medios, desconcertados (como en el caso de Carlos Abascal), le pueden llamar a esto congruencia, pero lo cierto es que quienes hacen eso están confundiendo ámbitos de acción que el mundo moderno separó por razones muy válidas, como la necesidad de distinguir entre el interés personal o de grupo y el interés público.
Vicente Fox, desde el primer día de su mandato, mezcló cuestiones privadas con asuntos públicos. Acudió a la Basílica de Guadalupe en algo que parecía ser su primer acto de gobierno. Luego, ya con la banda presidencial, recibió de su hija un crucifijo, en medio de otro acto público. Y de ahí en adelante no paró. Sus manifestaciones de fe no siempre fueron privadas. Su matrimonio con Marta Sahagún nunca fue un asunto privado, como tampoco lo fue el proceso que inició para anular su matrimonio religioso. La visita al Vaticano, el beso frente a la Plaza de San Pedro, luego de que su legítima mujer (según las leyes mexicanas) no fuera recibida por el Papa, o sus expresiones o asistencia a ceremonias religiosas, cuando recibió a Juan Pablo II en México, tampoco distinguieron ámbitos. Finalmente, el ex presidente y su mujer, una vez más "nos abren su casa", es decir su vida privada, deciden salir públicamente en una revista de chismes de sociedad y anuncian que ya tienen el vestido de la boda. ¿Qué tiene todo esto de privado?
Como dice MILENIO Tv: "Lo que ellos hagan con sus vidas no nos interesa, lo que hagan con las nuestras, sí." La publicación del dictamen psicológico de Fox es relevante porque, si hemos de creer en la seriedad de la Rota Romana, durante seis años nos gobernó un desequilibrado mental. ¿No es eso algo de interés público?
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