LMDP: Les traigo una anecdota de Fray Servando Teresa de Mier que muchos desconocen, y algunos otros la tratan de ocultar. El es uno de tantos que se atrevio a denunciar el mito Guadalupano. Despues pondre mas datos relevantes sobre este tema y esta gran farsa y tambien, sin miedo a quivocarme esta gran desgracia para la inteligencia del pueblo Mexicano.
El destino final del cuerpo de fray Servando Teresa de Mier fue, como reconocen sus biógrafos, tan agitado e increíble como su vida. Religioso dominico, gran orador y escritor, cayó en desgracia luego que pronunció un sermón el 12 de diciembre de 1794 en el que negó las apariciones de la Virgen de Guadalupe, y dejó entrever un incipiente ánimo independentista entre los novohispanos, lo que finalmente fue la verdadera causa de su proscripción. Apresado por orden del arzobispo Alonso Núñez de Haro, fue embarcado a España para purgar 10 años de prisión.
Son legendarias sus fugas de cárceles ibéricas. En París conoció a Simón Rodríguez, el maestro de Simón Bolívar. Luego partió hacia el Vaticano, donde obtuvo su secularización. Se le recuerda como el fraile que vivió aventuras inverosímiles mientras recorría Europa promoviendo la emancipación de la Nueva España, a donde regresó en 1817 como parte de la expedición de Francisco Xavier Mina. Fue encarcelado y se evadió tantas veces como lo atraparon.
Finalmente, consumada la Independencia y finiquitado el efímero imperio de Agustín de Iturbide, fray Servando fue reivindicado como héroe de la naciente República. En 1823 el presidente Guadalupe Victoria le asignó una pensión vitalicia de 3 mil pesos y lo alojó en Palacio Nacional hasta su fallecimiento, el 3 de diciembre de 1827. Fue sepultado con grandes honores en el convento de Santo Domingo. Su sepelio fue presidido por Nicolás Bravo, vicepresidente de la República.
Varios autores, entre los que están Vito Alessio Robles y Artemio de Valle Arizpe, dan cuenta de las aventuras post mórtem del padre Mier. Su cadáver reposó hasta el 13 de mayo de 1842, fecha en la que se le exhumó, y al ser encontrado en perfectas condiciones de momificación y con sus ropas clericales casi intactas, fue colocado en el osario. Permaneció ahí hasta 1861, cuando los liberales ordenaron la supresión de las comunidades monacales, por lo que los conventos fueron clausurados y sus tumbas abiertas, en busca de tesoros.
Lo único que conocemos del hombre que dirigió las operaciones en Santo Domingo es que se apellidaba Carreón; también, que ordenó al piquete de militares bajo su mando que revisaran hasta el último rincón.
Un cabo poco instruido le dijo a Carreón que recordaba que en su pueblo acostumbraban enterrar a los señores curas cargados con exvotos de oro. Azuzados por esa posibilidad, los soldados entraron al refectorio y descendieron al osario. En lugar de reliquias tintineantes encontraron unas momias polvosas puestas en hilera a través de un pasadizo estrecho. En vano revolvieron ropas, madejas de cabello gris y canillas convertidas en frágiles piezas de azúcar.
Furioso por no encontrar otra cosa que despojos resecos, Carreón ordenó que las 13 momias fueran sacadas y situadas junto a una de las paredes exteriores del convento, expuestas a la curiosidad pública. Corrió por toda la ciudad el rumor de que los restos correspondían a enemigos de la orden de los dominicos que fueron emparedados vivos.
Un individuo emprendedor llamado Bernabé de la Parra, dueño de un circo trashumante, compró cuatro de esas momias —una de ellas, la de fray Servando— y las llevó a Argentina para exhibirlas en su espectáculo como "víctimas de los crímenes atroces de la Santa Inquisición".
Las momias fueron vistas por última vez a finales del siglo XIX en Bélgica, también en un circo.
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