Pío XII, el antiguo cardenal Eugenio Pacelli, optó por llevar a cabo su papado en medio de difíciles maniobras políticas y, aún hoy, está pagando el precio de su decisión. Mientras el Vaticano busca beatificarlo y Benedicto XVI defiende su actuación durante la Segunda Guerra Mundial, voceros de la comunidad judía italiana y del Estado de Israel insisten en que proponer a Pío XII como modelo de santidad marcaría una brecha en las relaciones entre el Vaticano y los judíos.
La polémica es vieja, pero la ha revivido el quincuagésimo aniversario de la muerte del pontífice, conmemorada el pasado 9 de octubre con cierta solemnidad por Benedicto XVI. Está claro que Pío XII, jefe de la Iglesia entre 1939 y su muerte, en 1958, guardó silencio ante el Holocausto. Su voz no fue de las que clamaron en el desierto a favor de los judíos cuando los exterminaba la maquinaria nazi-fascista. El Vaticano afirma que el polémico pontífice prefirió salvar vidas en secreto, incluso escondiendo judíos en la iglesias, en vez de exponer a los católicos a las represalias de Hitler por condenar su régimen en público. Con nuevos documentos en la mano, los defensores de Pío XII arguyen que la labor entre bambalinas adelantada por el Santo Padre evitó males mayores y su exitosa gestión política ha recibido un castigo injusto.
Los judíos, sin embargo, no aceptan que el secreto del Papa hubiese sido un arma disuasoria contra el nazismo.
El presidente israelí, Shimon Peres, insistió hace tres días en que "Pío XII no hizo lo suficiente por salvar vidas judías".
Y Amos Luzzatto, jefe de la comunidad judía italiana, se pregunta por qué la cabeza del catolicismo no actuó como lo hicieron los líderes de Hungría, Bulgaria y Dinamarca, que condenaron de manera pública los crímenes de Hitler.
El presidente israelí, Shimon Peres, insistió hace tres días en que "Pío XII no hizo lo suficiente por salvar vidas judías".
Y Amos Luzzatto, jefe de la comunidad judía italiana, se pregunta por qué la cabeza del catolicismo no actuó como lo hicieron los líderes de Hungría, Bulgaria y Dinamarca, que condenaron de manera pública los crímenes de Hitler.
Por eso, en el Museo del Holocausto en Jerusalén aparece la fotografía del pontífice con una leyenda que critica su tolerancia con "la masacre de los Hebreos". Esta inscripción se ha convertido en incómoda espina en las relaciones diplomáticas entre Israel y el Vaticano, establecidas apenas en 1993. El Papa se niega a visitar Israel si el Museo conserva la descalificación de Pacelli, e Israel ve con malos ojos la causa para beatificar a quien quiso ser político cauteloso en tiempos de aberrantes injusticias.
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