jueves, 1 de octubre de 2009

El celibato sacerdotal ha causado más daño que beneficio: expertos

. jueves, 1 de octubre de 2009

Jueves 1 de octubre del 2009

Profesor de la UAM recomienda eliminarlo para que la Iglesia católica sea "más humana"

Los escándalos por los casos de pederastia cometidos por curas afectan a la institución, señalan

Menos de 2% de clérigos incumplen el voto de castida
d, aseguran defensores de esa norma


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El celibato ha sido un tema históricamente controvertido en la Iglesia católica. Especialistas sostienen que impide el desarrollo integral de los sacerdotes y ha acarreado más daño que beneficio a la congregación, debido a la doble moral que implica el fingir mantenerse célibe y al mismo tiempo tener una relación clandestina de pareja, e incluso hijos. Sobre todo, han afectado considerablemente a la institución los escándalos por actos de pederastia cometidos por clérigos. Además, afirman, aleja a los jóvenes de la vocación clerical.


En la otra cara de la moneda, quienes apoyan ese precepto insisten en que tiene base en las escrituras, que es un don que permite concentrarse en la tarea pastoral, y que es ampliamente respetado por los clérigos.


Desde los inicios de la Iglesia católica hubo quienes insistían en la necesidad de decretar el celibato. En el siglo IV, en el concilio de Elvira, en 306, y en el de Nicea, en 325, se instauraron lineamientos al respecto, y en el siglo V San Agustín aseguraba que no había nada tan poderoso para envilecer el espíritu de un hombre como las caricias de una mujer.

Lo cierto es que en los albores de la Iglesia católica no era obligatorio, y que no fue impuesto hasta el siglo XVI.


Transgresores, uno de cada dos


De hecho, numerosos papas tuvieron hijos, muchos de los cuales llegaron también a ser sumos pontífices. En ese tiempo hubo varios intentos por implantar el celibato, pero algunos clérigos argumentaron que Cristo nunca lo exigió a sus ministros.


Muchos críticos de ese precepto afirman que la traición a él es mucho más común de lo que reconoce la jerarquía, la cual asegura que oscila entre uno y 2 por ciento.


Para personas que se han alejado del ministerio, la cifra real podría ser cercana a 50 por ciento en muchos países, ya sea que la transgresión haya ocurrido alguna vez o sea constante.


La jerarquía vaticana se ha negado a dar marcha atrás en un asunto, que, aseguran sus críticos, no deriva de un dogma de fe, sino es una norma adoptada principalmente por motivos económicos, para que los bienes de la Iglesia no se esfumaran en herencias para hijos de clérigos, ya que algunos religiosos legaban a sus familiares propiedades de la institución.


Otra razón que se esgrime para la instauración de esa norma es que los sacerdotes no se distraigan en asuntos familiares y se dediquen por completo a su ministerio.


También está el hecho de que al sexo y al placer se les vincula con el pecado; vivir en castidad se aquilata como virtud y quienes la practican estarían en un plano superior a los demás, que sí sucumben ante las tentaciones de la carne.


Según un texto del sacerdote José de Jesús Aguilar, subdirector de radio y televisión de la arquidiócesis de México, Pablo, en su primera carta a Timoteo, pide que los obispos y sus auxiliares estén casados, debido a que si no saben gobernar su propia casa, ¿cómo podrán cuidar la Iglesia de Dios? (capítulo tres, versículos uno al 12).


Añeja disputa

En el concilio de Elvira se determinó liberar de su cumplimiento a los sacerdotes que ya estaban casados, pero volverlo obligatorio para los nuevos.


Este precepto fue aceptado por la Iglesia católica latina, pero no por la de rito oriental, la cual hasta ahora no exige el celibato a sus ministros.


Posteriormente, en 1022, el papa Benedicto VIII insistió en la prohibición del matrimonio de los sacerdotes, basándose en la cita de Mateo 19:12: hay otros que decidieron no casarse a causa del reino de los cielos.


La norma se hizo patente en el concilio de Letrán (1123), pero no fue seguida de manera estricta porque muchos sacerdotes la consideraban una ley humana, no impuesta por Cristo, por lo que siguieron teniendo relaciones de pareja de manera abierta.


En el concilio de Trento (1545-1563) se estableció el celibato sacerdotal de manera definitiva, en respuesta a la reforma protestante, que promovía y permitía casarse a los ministros religiosos.


De acuerdo con personas que han abandonado el ministerio, en la Iglesia católica se toleran muchas actitudes de sus integrantes varones que están alejadas de la vivencia del Evangelio, pero no se acepta de ninguna manera la relación con una mujer.


Desde la formación religiosa de los futuros sacerdotes, algunos educadores imponen en los seminarios diversas prohibiciones para evitar el contacto femenino, particularmente en vacaciones. Esto es, para que procuren alejarse del eventual peligro, y así se les recomienda que no asistan a fiestas o a otras reuniones donde haya mujeres.


Pese a esas restricciones, muchos individuos, incluso algunos que ya llevan tiempo en el ministerio, llegan a la dolorosa conclusión de que en sus pensamientos hay una mujer.


Sobre esa situación, Lauro Macías Raygoza, vicepresidente de la Federación Latinoamérica para la Renovación de los Ministerios (antes Federación Latinoamericana de Sacerdotes Católicos Casados), sostuvo que el celibato no sólo implica abstenerse de las relaciones sexuales:


También están prohibidos los pensamientos relacionados con el sexo, fantasear, ver imágenes, no se diga pornográficas, sino simplemente sensuales, y mucho menos la masturbación, por ser intrínsecamente mala y pecado mortal.


En suma, se debe suprimir todo lo relacionado con el sexo, la sexualidad o la genitalidad.


Según Macías Raygoza, se inculca una visión distorsionada del sexo, haciéndolo ver como algo malo; se busca propiciar el carisma del celibato, pero éste no se crea, lo otorga el Espíritu Santo.


En tanto, para el profesor Josué Tinoco Amador –de la Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Iztapalapa–, experto en temas religiosos, la castidad ni siquiera debería ser opcional, sino eliminada.


“El celibato impide el crecimiento del ser humano y de la religión. Es inoperante. Hace que cada vez menos jóvenes se decidan por estar en el servicio religioso. Espanta vocaciones y conviene muy poco. Deben quitarlo, así se tendría una religión más humana.


No debería existir ni como opción: debe simplemente desaparecer, porque no ha funcionado y ha causado más daño que beneficio. Impide un desarrollo completo a quienes optan por estar en liderazgo religioso y pone la sexualidad como aspecto negativo.


El celibato es una especie de castración virtual, aunque hay clérigos que llegan a enamorarse y a sentir deseo sexual, en muchos casos hacia una mujer, en otros hacia un hombre y, en el caso más deleznable, hacia niños, consideró.


En sitios de Internet algunos comparten sus inquietudes y plantean que se puede decidir mantenerse en castidad, pero no tan fácilmente no enamorarse o sentirse atraído por alguien.


Al respecto, el sacerdote José de Jesús Aguilar refirió en entrevista que no es difícil seguir el celibato, y asegura que si él en alguna ocasión se hubiese visto en la disyuntiva de elegir entre cumplirlo o no, habría aceptado lo que me dice la Iglesia.


Cuando un sacerdote sublima a través de una gran alegría lo que hace, no hay gran complicación para seguirlo, y más si hay mucha oración, lo cual, añadió, “no significa que, por ejemplo, al ver a una chica, (no) se pueda pensar: ‘qué bonita es’, pero nada más”. Aseveró que la cifra de quienes no cumplen el celibato no supera 2 por ciento, por lo que se trata sólo de casos aislados.


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1 comentarios :

Anónimo dijo...

El sacerdocio, al igual que el matrimonio, requiere gran madurez y voluntad, dos cosas bastante escasas en estos tiempos. El problema no es el celibato o la indisolubilidad, sino la inmadurez, la falta de formalidad y la blandenguería. Personas de gran valía ya han demostrado que ambos caminos son transitables, en otros tiempos y en estos, falta que nosotros seamos capaces de hacer otro tanto en vez de hacernos caquita a las patas abajo o tirar por las vergonzosas calles de enmedio.

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