Justo cuando diversos organismos mundiales cuestionan a nuestro país y hacen severas y justificadas críticas por el incumplimiento de compromisos en materia de derechos humanos, sucede que el asunto del limosnazo no es absolutamente ajeno al tema.
Inconformes, emigren o…
El Diagnóstico sobre la situación de los derechos humanos en México, elaborado por la Oficina del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, hace poco más de cuatro años, señalaba que “el marco jurídico de México reconoce la libertad de culto y religiosa; la libertad de pensamiento y de conciencia están implícitos en la libertad de expresión y guardan estrecha relación con el derecho de acceso a la información”; consideración que se comprueba con la turbiedad con la que se entregaron del erario público 90 millones de pesos para el Santuario de los Mártires Cristeros, de manera que ya existen cinco denuncias en el Instituto de Transparencia e Información Pública.
Pero además, ese diagnóstico propuso una serie de recomendaciones como fortalecer el Estado laico e incluir la tolerancia en los programas educativos del país, que hasta el momento no se han cumplido. Más bien se ha caminado en sentido contrario: la intolerancia se recrudece, se pretende confesionalizar –valga el verbo–, la escuela pública y numerosas autoridades violentan impunemente el artículo 130 constitucional y la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público.
Al parecer, en México no son pocos los obispos del clero católico mexicano que quieren reivindicar esa vieja idea de la Paz de Augsburgo, cuis regio, eius religio, “según la religión del rey es la religión del pueblo”. Por ello están empeñados en participar en política pública y legitimar a Felipe Calderón; y en Jalisco, al respaldar a Emilio González Márquez, como lo hizo la semana pasada el Episcopado mexicano en el semanario Desde la fe. Pero además, dado que el príncipe es el que decide cuál es la religión que se debe apoyar con donativos, e imponer a los súbditos, vía impuestos, anuncian, sin duda, el privilegium emigrandi, que consiste en el “derecho” de abandonar el país, o Jalisco, quien no esté de acuerdo. De ahí la mentada de González Márquez, que de antemano envía a los inconformes a otros lugares previos.
Cuna de intolerancia
En el marco de las cada vez más notables contradicciones que ahora acompañan a José Luis Soberanes, presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, quien una vez afirmaba que sí se puede enseñar religión en las escuelas públicas, tuvo que recular y emitir un pronunciamiento que ahora los mismos católicos deben tomar en cuenta: “El Estado democrático y laico es el instrumento más apto para evitar persecuciones, represiones al pensamiento libre y riesgo de violación a los derechos humanos en nombre de cualquier postura religiosa” (“se retracta Soberanes; el Estado laico evita violaciones a los derechos humanos”, La Jornada, 17 de marzo, 2005). Y tal como sostiene Norberto Bobbio: “es el antídoto contra nuevos riesgos que provienen una vez más del fanatismo, o sea, de la creencia ciega en la propia verdad y en la fuerza capaz de imponerla”.
El apoyo de Emilio González a la construcción y reivindicación de la memoria cristera no es gratuita. Pero el hecho de apostar al desarrollo de Jalisco a partir del turismo religioso, según precisó anteayer, es una apuesta por el regreso a la intolerancia religiosa. Que es de las peores. De hecho, numerosos ex cristeros optaron y se incorporaron en 1939 al naciente Partido de Acción Nacional, que era la opción natural para su participación en política. Desde entonces, sus herederos han buscado revancha y la recuperación de los fueros y los privilegios perdidos.
Es en San Julián, Jalisco, el 26 de noviembre de 1926, donde se funda el primer contingente rebelde bajo el mando de Miguel Hernández y Victoriano Ramírez, alias El Catorce, llamado así por matar a 14 soldados que lo quisieron apresar, y que apuñaló a 28 más para ahorrar balas. Se destaca también que el 19 de abril de 1927, las fuerzas rebeldes al mando de los sacerdotes José Reyes Vega, Jesús Angulo y Aristeo Pedroza, secundados por Miguel Gómez Loza y El Catorce, descarrilaron el convoy de La Barca, con el objeto de hurtar una importante suma de dinero, causando una matazón de forma espantosa y cruel.
Maestros, auténticos mártires
Uno de los actos criminales más atroces perpetrados por las gavillas cristeras fueron los asesinatos de maestros rurales, los cuales eran perseguidos, torturados y sacrificados junto con sus familias. Entre 150 y 200 maestros fueron asesinados y mutilados; les cortaban las orejas y la lengua para impedirles su labor de impartir clases. Abundan casos en que los maestros eran fusilados, ahorcados y las escuelas incendiadas; lo que fue el principio de una migración especial, dado que diversos “cristeros violaban a las doncellas” o las ultrajaban.
Luis Garfias, de formación jesuita, sostiene que “es muy importante que las actuales generaciones conozcan los excesos, las crueldades sin nombre, el fanatismo ignorante y desbocado de aquellos cristeros y particularmente los de la “segunda cristiada” (1932-1938), donde la sevicia, la crueldad llegó a extremos inconcebibles, producto de un fanatismo medieval, inquisitorial e increíblemente absurdo… épocas en las que México vivió horas negras, sufrimientos y barbarie por ambos bandos, pero en la segunda etapa la crueldad, el salvajismo y las masacres fueron lugares comunes contra los maestros y maestras rurales.”
Edgar González Ruiz, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, señala en su libro Los otros cristeros: “Me parece necesario rescatar la memoria de esos profesores y profesoras que murieron en el cumplimiento de su deber, porque si la Iglesia puede con todo su derecho canonizar a los mártires de su fe, la sociedad debería reconocer como héroes y heroínas a quienes sufrieron también los más crueles martirios por la noble tarea de luchar contra la ignorancia y, en aquellos tiempos, con o sin ideología socialista, de enseñar a los niños campesinos los conocimientos más elementales sobre el lenguaje y sobre la naturaleza. Muchas de las crueldades de los cristeros contra maestras rurales tendrían que ser referencia obligada en una historia universal de la infamia y del fanatismo, pues no se pueden entender ni justificar como expresiones de “desahogo popular” o de supuesta “lucha contra la injusticia… Muchas voces cristeras, expresadas en sus publicaciones, cartas y otros documentos, se ufanaban de las crueldades y sufrimientos que ocasionaban a sus adversarios ideológicos e incluso a quienes pertenecían a minorías que no compartían su ideología. Esta actitud me lleva a referirme como fanáticos a los causantes de ese sufrimiento, y a quienes lo festejaron o lo festejan hoy en día”.
http://www.lajornadajalisco.com.mx/2008/06/02/index.php?section=opinion&article=008a1pol
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