Martes 27 de diciembre del 2011
La propuesta de modificación del artículo 24 constitucional fue realizada el 28 de febrero de 2008 por el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Carlos Aguiar Retes, quien pidió sustituir el término de "libertad de culto y creencias” por el de libertad religiosa. Desde entonces, este clérigo ha negado que con esa propuesta la Iglesia católica pretenda mayor poder; la idea –argumentan– es terminar con la “exclusión” de la que es objeto en la actualidad.
En el mismo sentido se expresó hace unos días el cardenal Norberto Rivera Carrera, quien dijo que “se equivocan quienes piensan que la expresión pública de la Iglesia es por una búsqueda de poder político que ni le corresponde ni anhela”. Estos clérigos podrán decir lo que quieran, pero lo cierto es que, desde hace mucho tiempo, todos ellos han realizado esfuerzos para situar al romanismo en un plano central del acontecer nacional, lo que le ha valido duras críticas de quienes conocen los anhelos de poder de los jerarcas de esta institución.
Las reacciones por la reforma del artículo 24 constitucional, efectuada el pasado 15 de diciembre, en la Cámara de Diputados, indican que la mayoría de los mexicanos se oponen terminantemente a dicha modificación, misma que está orientada a otorgar privilegios a la Iglesia católica, como lo hacían las constituciones confesionales que estuvieron vigentes en las primeras décadas del México independiente.
Ahora que la minuta se turnó al Senado de la República para su ratificación o enmienda, los miembros de la CEM han empezado a ejercer presión para que la reforma sea aprobada por los senadores en el próximo periodo ordinario de sesiones, el cual inicia el próximo 1º de febrero. Lo primero que hicieron los jerarcas católicos fue agradecer la aprobación legislativa, pues, para ellos, el paso que se dio fue de suma importancia; enseguida, el obispo Felipe Arizmendi Esquivel pidió a los senadores avanzar en la consolidación del respeto a la libertad de expresión. El mensaje que envía el prelado es claro: aprobar la reforma a la brevedad posible, sin modificar en lo mínimo la actual redacción del texto.
En medio de la indignación por la prisa y el proceso desaseado con que se aprobó en la Cámara de Diputados la reforma al artículo 24 constitucional, los senadores Francisco Labastida Ochoa, María de los Ángeles Moreno, Francisco Arroyo Vieyra y Heladio Ramírez, nos adelantan que el Senado no permitirá presiones de la jerarquía católica ni de ningún grupo. La promesa de éstos es analizar la reforma con todo cuidado, algo que, por alguna extraña razón, no hizo la Cámara de Diputados.
La posición del panista Guillermo Tamborrel es en el mismo sentido, aunque preocupa que primero declare que se analizará la minuta “sin presiones, sin filias ni fobias, sin prejuicios y dejando atrás los complejos históricos”, y luego nos adelante que el debate en la Cámara baja se dará dejando en claro que el México del siglo XXI no es el mismo que el de los siglos XX o XIX, por lo que se debe analizar “sin ningún tipo de complejos”.
¿Qué quiere darnos a entender Tamborrel? ¿Que en los siglos XIX y XX se ocupaban leyes que impidieran a la Iglesia católica educar en las escuelas públicas, y que en la actual centuria estas leyes ya no son necesarias? ¿Que en los dos siglos pasados era necesario un Estado laico y que en el presente ya no?
Los senadores deben de aceptar que la vigencia del Estado laico no es cuestión de tiempos ni de “complejos históricos”, sino de una necesidad que tiene que ver con nuestra realidad nacional. Por ello, el análisis de la minuta tendrá que hacerse tomando en cuenta la pluralidad religiosa de México. Es oportuno recordar que, de acuerdo al Censo de Población y Vivienda 2010, actualmente más de 18 millones de mexicanos no son católicos. Por otro lado, las 7,679 asociaciones religiosas registradas ante la Secretaría de Gobernación constatan dicha pluralidad.
No está por demás recordar a los 128 senadores de la República que su papel no es satisfacer los intereses y exigencias del clero, sino los de esta gran nación que es México. Cuando llegue el momento de revisar la minuta, deberán tener presente que todos ellos son representantes del pueblo, no de la jerarquía católica. Tendrán que abrirse al debate y abrir espacios de diálogo y reflexión no excluyentes. Eso es lo que los mexicanos esperamos de todos ellos.
FUENTE:
http://www.el-mexicano.com.mx/informacion/editoriales/3/16/editorial/2011/12/27/531819/ahora-le-toca-al-senado-de-la-republica.aspx
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